Despiertas cada mañana, día a día más temprano; pues el
tráfico de la ciudad es peor y necesitas llegar a tiempo. Buscas una taza de café para llenarte de
ánimo, la tomas entre dormido aún y corres, en tu cabeza gira pendiente el pago de
los servicios públicos, el cambio de aceite… “juemadre” la administración del
edificio. Entras en el tráfico, escuchas las noticias pero al final ni prestas
atención porque recuerdas el cumpleaños del idiota de recursos humanos (toca
regalarle algo- piensas)… además tiemblas solo de imaginarte soportando una hora
comiendo ponqué, escuchando estupideces y perdiendo el tiempo que necesitas
para terminar ese informe.
Llegas a la oficina y te pegas a la pantalla del computador
mientras respiras la mezcla
de perfume, crema de manos, lociones y ese hedor a limpiador de pisos. Revisas
mil correos, cada vez más trabajo a medias… correcciones… trabajo de otros por corregir…
Hoy no hay almuerzo. Pasas de largo hasta el momento de la celebración del idiota de recursos humanos. Al final… no vas porque tienes mucho trabajo, tu novia llama, tienes que cortar rápido la llamada, estás muy ocupado para descifrar qué quiere. Tomas tu quinto café del día, “mierda” recuerdas- hoy cumples meses con tu novia, lo habías olvidado y lo peor es tomar la decisión entre hacerte el pendejo, que piense que se te olvido la fecha, aguantar la cantaleta o decirle que tienes preparada una celebración para fin de semana convenciéndola que eres el más tierno; hoy sales tarde de la oficina y trabajas en la noche para completar ese “trabajo tan urgente” (palabras de tu jefe).
Entras al apartamento, asaltas la nevera… no hubo tiempo
para hacer mercado, tomas dos rebanadas de pan, mayonesa y dos tajadas de jamón
bajo en colesterol porque debes cuidar tu nutrición, un vaso con gaseosa ya sin
gas. Mientras dejas listo el portátil para continuar con el maldito informe llamas a tu novia; pero ya está
dormida. miéeeercoles… media noche y no has hecho nada, corres, buscas datos, pasas
escribiendo hasta las 3 de la madrugada cuando ya
el cansancio te vence, apagas el computador en ese acto de rebeldía tardía pero
igual (vas a trabajar el fin de semana).
Llegas a tu cama, no tienes fuerza para ponerte la ropa de
dormir, miras tus pies mientras desamarras los zapatos y en ese momento piensas
en lo buen profesional que eres, de seguro pronto
alcanzarás el éxito en tu vida porque este es el camino.
Pasa todo el año pasan todos los años y cada vez te
superas más…
¿cierto?
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