viernes, 6 de noviembre de 2015

Cuando la inocencia murió.

Hace muchos días no escribía, la mayoría de mis escritos guardan la esperanza de algo mejor que vendrá y me gusta dejar algo para pensar; pero hoy no es una de esas oportunidades en las que mi escrito saldrá de mi creatividad con esos fines.

Hoy una confesión hace que escriba y tal vez de esta forma pueda dejar un testimonio de una persona normal, un colombiano del común que se ve inmerso en una guerra de la cual no tenía bando ni conciencia de su existencia.

El 6 de noviembre de 1.985 yo tenía siete años de edad, era un día común sin mayores sobresaltos, era medio día… jugaba en el patio de la casa en el barrio la estrada, donde vivian mis tíos y mis abuelos por parte de mi padre, como cualquier niño mis mayores preocupaciones eran las calificaciones de la escuela y jugar con mi Batman articulado; cuando de pronto veo a todos en la casa correr a la sala donde se encuentra el televisor, llego con mi Batman en la mano agitado por correr desde el patio, solo recuerdo una habitación con piso de tablado caoba, muchas voces sobresaltadas a mi alrededor mientras veo la pantalla del televisor.

Inexplicablemente por más que busco en mis recuerdos todo me bloquea, no recuerdo quienes estaban conmigo, solo recuerdo las imágenes del noticiero del medio día – veo el palacio de justicia, desconocido para mi hasta ese día, soldados disparando y un montón de comentarios… rápidamente pensé que estaban pasando una película - ¿en el noticiero una película? Vuelvo y escucho la voz de mi tío diciendo - se metieron al palacio.

De pronto comienzo a poner más atención, veo como una tanqueta del ejército tumba la puerta del edificio y varios militares no paran de disparar, aunque muchas cosas son confusas me preocupo, siento que algo muy malo está pasando - siempre de niño soñé con ser un super héroe creía en ellos y ese día espere por uno, pasaba el tiempo las imágenes eran cada vez más preocupantes mientras mis tíos y mi mamá trataban de explicarme lo que pasaba.

Paso algo que desde ese día no he podido comprender, comenzaron a trasmitir un partido de fútbol, hasta donde yo entendí lo que me explicaron – ¡había gente muriendo en la toma del palacio de justicia! ¿Cómo es posible que pasen por televisión nacional un partido de fútbol y no podamos saber más sobre lo que está pasando? Nadie aun me ha dado una respuesta.

Al otro día solo quería saber que había pasado, todo era confuso – había una guerra en frete mío mi cabeza daba vueltas llena de preguntas y nadie podía responder, con asombro en los noticieros  vi como una tanqueta disparaba sin compasión al edificio que supuestamente estaba reservado para la ley y la justicia, en ese momento deje de creer.

Desde ese momento vi como era masacrada mi esperanza en un mundo donde se respete la ley y la justicia verdadera, no la justicia amañada de abogados defensores de bandidos y jueces corruptos que encierran inocentes; después de ese día, año tras año he visto el llanto de los familiares de las víctimas de ese holocausto.

Mis ojos se abrieron encontrando un mundo muy diferente al que tenía en mis sueños, desde ese momento fui viendo caer mis esperanzas por un lugar donde poder vivir y se me han ido acumulando los muertos de otros…  los del palacio, Rodrigo Lara, Jaime Pardo Leal, Alvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán, Jaime Garzón…

Miles y miles de campesinos, soldados y personas caídas por bombas del narcotráfico o desaparecidos por fuerzas del estado… han hecho que mi mente se parta, ya cuento décadas de impunidad, viendo como nunca nadie tiene justicia, los padres, madres, hijos y hermanos – se convierten en una cifra más.

Llevo 30 años esperando un cambio, buscando una luz que me haga pensar que algún día el dolor va a terminar pero lo único que veo es como el olvido se va tomando el país, los dolientes van muriendo sin saber porque les arrebataron a sus seres queridos. Mientras me retuerce el alma cuando escucho a la gente diciendo…  que es mejor no enterarse de la realidad, porque así pueden vivir tranquilos.


Guardo el más profundo respeto por las víctimas, familiares y amigos de quienes han muerto antes de tiempo, ni el tiempo ha sanado el dolor de su ausencia.

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